Hace una semana hablaba ante uno de los
principales sindicatos del
Paraguay.
Era el día del Trabajador y sentía la
sensación de estar delante de un grupo de millonarios al que le habrían robado el fruto de su trabajo.
Parece ser que el trabajo físico, por
ejemplo el cultivo y recolección en el campo, no fue considerado como algo
honroso y se dejo al cuidado de los esclavos.
Cuando vino la era industrial se dieron
los ricos cuenta que el trabajo de fábrica ya no podía ser ejercitado por
esclavos sino que necesitaba otro tipo de personas libres y con iniciativa.
Lo que aquellos no aceptaron, al
comienzo, es que cambiados los protagonistas del
trabajo tenían que cambiar también sus condiciones.
Y no pasaron muchos años y la clase
obrera naciente se rebeló en forma de huelgas. Fue dura la lucha, costó mujeres
quemadas en sus hilanderías y obreros ahorcados, pero el ritmo de conquistas
creció hasta condiciones bien humanas en el trabajo.
Con los años la avaricia del sistema capitalista
comenzó un proceso en el que la clase obrera,
sufrió el derrumbe de sus conquistas.
Actualmente tocamos fondo. Y llegamos al
dilema de un sindicalismo inteligente y fuerte que recobre lo que antes tenía de
conquistas o esta institución pasará al olvido como uno de
los fracasos de la historia.
Curiosamente hay más de culpa en la cúpula gremial que en las bases obreras, aunque
el impacto del consumismo también
las haya debilitado. Las cúpulas fueron compradas, se eternizaron como personas
en el cargo y por defenderlo individualmente, dividieron grandes agrupaciones que eran invencibles por su unidad.
Ha llegado la hora de un nuevo
sindicalismo obrero, que ha de nacer de bajo para arriba y que tiene que tener
en cuenta que el poder acumulado por sus dirigentes corrompe.
Sindicalismo nuevo porque las circunstancias del
trabajo ahora son más complejas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario