Comentamos entre amigos
en bastantes ocasiones que en el actual Paraguay no hay grupos de
intelectuales. Personalidades de valer que con mente privilegiada y contacto
constante con la realidad iluminen con sus palabras y con sus escritos la
coyuntura que vivimos o que, inclusive, se adelanten al
futuro pareciera que nos
sentimos huérfanos de ellos.
¿Es que esta clase de
ciudadanos no existen? ¿Es que emigraron al extranjero? ¿Es que
el nivel medio de los ciudadanos
es tan bajo que no crece nadie que brille en este campo?
Unas interrogantes
graves, porque todos necesitamos de pensadores.
Al menos, personalmente mi
respuesta a las tres interrogantes es uno rotundo.
Reconozco que de
las llamadas universidades
garaje no pueden salir intelectuales. Inclusive que nuestra enseñanza adolece
de defectos que pueden frenar su aparición.
Pero, a pesar de esto, en
el Paraguay hay hombres y mujeres muy bien formados de alta categoría
intelectual, pero…
Y en este “pero” se
esconden unas causas que nos puede hacer mucho daño.
Tengo amigos todavía jóvenes de una
capacidad de aprender y profundidad de
pensamiento grande, pero que por necesidad de ayudar a sus familias, se
pasan la vida de profesores taxis de una universidad o colegio rico a otro, sin
el descanso y la paz necesaria para pensar, leer, relacionarse con otros
semejantes. Talentos desaprovechados o casi perdidos.
En cuanto a la
investigación intelectual a fondo, tan necesaria para el verdadero crecer,
insisto en que todavía necesita más
tiempo, paz y medios económicos, pareciera que no interesa. Los poseedores de
medios económicos invierten preferencialmente en aumentar pronto sus
ganancias y no esperan tiempo. Una muestra de esto es la
carencia de Fundaciones, apoyadas por los grandes capitales que ampararan y
facilitaran la vida de los intelectuales.
Hay muchas maneras de
ayudar al Paraguay, y una muy digna
de ellas es ayudar económicamente a nuestros intelectuales.
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