viernes, 20 de febrero de 2015

ENCONTRAR LA UTOPÍA PERDIDA


La Utopía representa por un parte, la crítica de lo existente y por otra  la propuesta de lo que debiera de existir.
Y estamos en una sociedad que no produce demasiadas Utopías. La mayoría es pobre y la pobreza extrema  fabrica  sometidos. La minoría que ya tiene asegurado más que  lo suficiente, no admite crítica de lo mucho que tiene y no necesita soñar Utopías.
A esto hay que añadir el fracaso de las tres últimas  multitudinarias Utopías. El comunismo estaliniano, el nazismo hitleriano y el neoliberalismo de mercado, fracasaron. Y la causa común de esto fue el no permitir la crítica interna en ninguna de ellas.
Si en la historia de la humanidad ha habido cambios ha sido porque existieron personas o grupos humanos influyentes que no se conformaron con lo que tenían y quisieron que la sociedad fuera distinta.
El teólogo José María Castillo resume claramente todo esto: “Una sociedad sin Utopías es una sociedad sin esperanza. Es una sociedad en  la que algunos privilegiados centran sus aspiraciones en no perder lo que tienen, mientras que la gran mayoría, los marginados y excluidos, no pasan del desesperado deseo de supervivencia”.
¿Y, cómo recuperar la UTOPÍA? 
Me voy a referir al papel de las religiones en esta recuperación.
Estoy convencido de que es muy importante, pero con dos condiciones:
Primera, mientras una religión siga integrada al sistema (económico o político), no será posible recuperar la Utopía.
Segunda, y una religión seguirá integrada en el sistema, mientras el sistema le siga aportando medios económicos, legales y políticos para que ella pueda  sostener a su personal, sus templos, su  culto etc.…a cambio de que esa religión calle, por ejemplo, las graves agresiones del sistema contra los  Derechos  Humanos.
Ser creyente es algo muy grande. No dejemos que nos inutilice la connivencia con el sistema.
Algo positivo: en Paraguay nacen Utopías.

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