Lo que escribo es claro para todas las personas. Pero como existe entre nosotros
una tendencia milagrera que pone el cambio en agentes foráneos y no en nuestras
manos con la ayuda de Dios, voy a insistir en esto.
Repito lo que ya he dicho en otras
ocasiones: El papa Francisco viene como profeta.
Y un profeta es un hombre de Dios con
algunas misiones bien concretas.
La primera es recordarnos qué sea lo que
es la voluntad de Dios en nuestra estadía de los seres humanos en la Tierra.
Para los creyentes es el cumplimiento del Reino de Dios. Para todos, creyentes
o no, es que su humanidad sea respetada sin ninguna merma.
La segunda es consecuencia de la primera. Fijar los derechos humanos no
cumplidos; buscar sus causas, consecuencias y soluciones e incentivar el
compromiso para lograrlo. Todo
ello refiriéndose al presente pero teniendo en cuenta el futuro, ya que la vida humana es un
proceso hacia su realización plena.
El Papa Francisco, impulsado por su Fe
en Dios, viene a conectarse con todos
en el presente paraguayo y en el preferentemente con las personas que más
sufren humanamente: indígenas, campesinos, bañadenses, enfermos, marginados…
Eso quiere decir que, aparte de las grandes
concentraciones, su tiempo preferencial debiera de estar dedicado a un contacto
grupal directo y muy intenso con indígenas,
campesinos, bañadenses, enfermos, marginados…
Lamentablemente pareciera esto no
cumplirse en la agenda. Aunque tengo esperanzas de que el carisma de Francisco
sabrá resolver todas las limitaciones impuestas.
Distingamos bien: el Papa Francisco no
viene a resolver en concreto como con una receta ningún problema. Si viene con
su visión de
presente y futuro, inspirado en Dios, a darnos el impulso necesario para que
nosotros mismos los hagamos.
Él va a cumplir su misión de Profeta. A
nosotros nos toca estar cumplir
la nuestra.
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