Nadie ha escuchado antes de que un Papa hable de
revolución, menos cultural y que insista en la exigencia de que sea
valiente. Sin embargo Francisco la defiende y escribe sobre ella en su carta
“Laudato sí”.
“Por otra parte, la gente ya no parece creer en
un futuro feliz, no confía ciegamente en un mañana mejor a partir de las
condiciones actuales del mundo y de las capacidades técnicas. Toma conciencia
de que el avance de la ciencia y de la técnica no equivale al avance de la
humanidad, y vislumbra que son otros los caminos para un futuro feliz. No
obstante, tampoco se imagina renunciando a las posibilidades que ofrece la
tecnología. La humanidad se ha modificado profundamente, y la sumatoria de
constantes novedades consagra una fugacidad que nos arrastra en una única
dirección. Se hace difícil detenernos para recuperar la profundidad de la vida.
Si la arquitectura refleja el espíritu de una época, las megas estructuras y
las casas en serie expresan el espíritu de la técnica globalizada, donde la
permanente novedad de los productos se une a un pesado aburrimiento.
No nos resignemos a ello y no renunciemos a
preguntarnos por los fines y por el sentido de todo. De otro modo, sólo
legitimaremos la situación vigente y necesitaremos más sucedáneos para soportar
el vacío.
Lo que está ocurriendo nos pone ante la urgencia
de avanzar en una valiente revolución cultural. La ciencia y la tecnología no
son neutrales, sino que pueden implicar desde el comienzo hasta el final de un
proceso diversas intenciones o posibilidades, y pueden configurarse de
distintas maneras. Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es
indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger
los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los
grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano.”
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