La Madre Tierra es una nueva dimensión que habíamos no sólo olvidado sino
hasta destrozado. Y al hacerlo la humanidad se
está destrozando a sí misma.
“Y la tercera tarea, tal vez la más importante que debemos asumir
hoy, es defender la Madre Tierra.
La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada
impunemente. La cobardía en su defensa es un pecado grave. Vemos con decepción
creciente como se suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún
resultado importante.
Existe un claro, definitivo e impostergable imperativo ético de
actuar que no se está cumpliendo. No se puede permitir que ciertos intereses
–que son globales pero no universales– se impongan, sometan a los Estados y
organismos internacionales, y continúen destruyendo la creación.
Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizarse, a
exigir –pacífica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. Yo
les pido, en nombre de Dios, que defiendan a la Madre Tierra.
Para finalizar, quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no
está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las
élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de
organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este
proceso de cambio. Los acompaño. Y cada uno digamos juntos desde el corazón:
ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador
sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún
niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una
venerable vejez.
Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Rezo por
ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los
acompañe y los bendiga y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa
fuerza que nos mantiene en pie”.
Todas estas palabras son un resumen de
su carta “Laudato si”.
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