Nada de extraordinario tiene este
título, a menos que alguno de nosotros se sienta un infiltrado alienígena.
Nada tiene de extraordinario. Pero, en realidad ignoramos los que significa.
Porque nos hemos considerado los amos de
la Tierra. La hemos pelado de árboles y contaminado de basuras. La hemos usado
a nuestro capricho para, luego, descartarla.
Entre la madre Naturaleza y nosotros
hemos puesto una distancia mayor quela que hay entre el patrón y el obrero,
entre el amo y el esclavo.
Y el resultado es una Madre Tierra que
gime de dolor, está destrozada y, en
algunos aspectos, moribunda.
El Papa Francisco ha expresado todo esto
en su carta “Laudato si”-
“Hemos olvidado, dice Francisco, que
nosotros mismos somos Tierra.
Nuestro principio corporal está constituido por los elementos del planeta: (1)
Su aire es el que nos da aliento. Y, su agua nos vivifica y restaura; (2) El
ser humano es espíritu y voluntad, pero también Naturaleza”.
“Francisco de Asís nos propone reconocer
a la Naturaleza como un espléndido libro, en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad” (12)
Y, en ese libro los seres humanos somos
un capítulo. Tal vez el más perfecto,
pero no el único. Más todavía: no podemos vivir separados de los demás.
Es una lástima que las ciudades modernas
fueran pensadas al margen de la Naturaleza. Mucho cemento, mucho asfalto, mucha
piedra. De noche, miramos al cielo y los potentes focos nos tapan las
estrellas. El cablerío poda los árboles.
Hablamos con los vecinos, pero ya no contemplamos el campo. Porque está lejos o
porque ya no nos importa. No nos consideramos parte
de él.
Nos han educado en que no somos
naturaleza, que ella no era nuestra casa común. Y, por eso, no nos ha importado
destrozarla.
“Laudato si, mi signore, por la hermana
nuestra Madre tierra…”
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