Alguien con muy buenas intenciones dijo que el capitalismo mismo iba a
corregir sus propios fallos. Era como un vaso que al rebosar derramaría
generosamente el contenido sobrante entre los que tuvieran menos.
Algo muy bonito que nunca se cumple. Y la razón es muy sencilla. Cada
vez que el vaso va a rebosar se le cambia por otro mayor. Por egoísmo o
por la misma dinámica de la
competencia. El que se detiene y pone freno es absorbido por otros más
ambicioso que por haberlo aumentado de tamaño tiene siempre el vaso por
llenar.
El resultado es que en el mundo en general y en cada nación
en particular el crecimiento constante de la economía siempre va a
parar a ese 10% más rico.
¿Cómo en la práctica se realiza esta nula repartición de lo que se supone sobraría?.
Con las políticas de austeridad, de reducción de gastos (generalmente
sociales) y el aumento de impuestos hay una trasferencia continuada de
las clases de más bajo nivel económico a las más pudientes.
Se
nos impone que el crecimiento de la competitividad de las exportaciones
se haga con bajos impuestos a ellas (un ejemplo es la soja) o con las
bajas de salarios en fábricas y talleres.
Esto último nos arrastra
al llamado “contrato de cero horas”, por el los empleadores pagan
solamente las horas de trabajo que ellos necesitan, obligando a los
trabajadores a estar disponibles a todas horas cuando los necesiten.
Son algunos ejemplos para que los vasos nunca rebosen.
Sea cual fuere el método empleado o se consigue que el vaso rebose
fomentando la virtud de la equidad en bien de los más desfavorecidos o
nos hundiremos en una economía inestable, en una sociedad siempre con
protestas y denuncias y en una política bloqueada.
En el fondo esa bomba de tiempo social que nadie quiere, pero que el 10% más ricos pareciera despreciar.
lunes, 27 de enero de 2014
EL VASO QUE NUNCA REBOSA
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