Echamos de menos por lo general en los políticos que ejercen un cargo
una serie de valores que, ciertamente y salvo pocas excepciones, no
existen.
Esto nos preocupa a muchos. En todas las naciones. Y, por supuesto y es lo que más nos interesa, también en el Paraguay.
Ante todo queremos en una autoridad
la virtud de la firmeza. Lo cual no significa, ni mucho menos,
autoritarismo, sino que sepa tener autoridad. Alguien firme. Con
carácter en lo que decide. Consecuente en que lo que exige a los demás,
él ya lo lleva realizado. Los gobernantes autoritarios suelen ser
caprichosos y engreídos dictadores. Degenerados en el poder que acaban
siempre siendo una piltrafa. El gobernante firme infunde respeto y es
querido porque da seguridad a su Pueblo.
Esta firmeza debe de ir
acompañada siempre de la sabiduría. En unos es como innata. En otros se
adquiere, pero siempre tiene que ir creciendo. Lo da la verdadera
universidad y la formación permanente. Sobre todo la rica experiencia de
años vividos en plenitud.
Hasta aquí, con dificultad llegan algunos
muy pocos, pero que muy pocos, de nuestros gobernantes. Pero,
inclusive, estos pocos, pero que muy pocos, se suelen quedar en ninguna
por la falta del tercer valor de la honestidad.
Hablo de la
HONESTIDAD con mayúsculas, esa ave exótica, por lo rara que es en el
Paraguay en su clase política. Todo poder suele corromper, pero un
poder grande corrompe del todo.
Y queda la última cualidad y valor
de todo gobernante. La más difícil, porque presupone las tres
anteriores. Es la credibilidad. Ella nos hace confiar con seguridad en
las personas que teniendo firmeza, sabiduría y honestidad, se han
comprometido en servir a sus compatriotas. Y son consecuentes con eso. Y
el Pueblo los reconoce como tales.
Pero, ¡cómo nos falta!. ¿Nos ponemos a buscarla a ver si encontramos a tres que la tengan?.
miércoles, 29 de enero de 2014
FIRMEZA, SABIDURÍA, HONESTIDAD Y CREDIBILIDAD.
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