San Ignacio árape todos los años escribo una líneas en agradecimiento a este gran hombre cuyo ejemplo de vida me animó a descubrir a Jesús y a seguirle como miembro de la Compañía de Jesús.
Siempre me emocionó el esfuerzo indomable de Ignacio de Loyola en reunir un grupo de hombres para ser como “la caballería ligera” que acudiera a donde más hacía falta a la causa de Dios. Y. al final de su vida, cuando le preguntaron como reaccionaría si la obra de tanto trabajo desapareciera como la sal en el agua, respondió que le bastaría un cuarto de hora de oración para mantener la paz interior.
Como mujeres y hombres modernos diariamente nos sentimos cada día más golpeados por acontecimientos y descubrimientos. Todos ellos distorsionan, debilitan nuestras esperanzas y modos de vivir profundamente enraizados en nosotros. Más todavía, los nuevos tiempos que están apareciendo nos están exigiendo cada vez más el abandono de costumbres, cultura, convicciones, sueños, medios de trabajo, horizontes de vida, que nos daban seguridad por tenerlos dominados y que ya quedan desfasados y son anacrónicos y sin sentido. Pertenecemos a un racimo de generaciones puentes entre un pasado repetido y un presente-futuro totalmente nuevo. Y, con frecuencia, en este tumulto vivencial perdemos la paz interior. Nos desunimos, nos peleamos, nos debilitamos, caminamos tristes, a nivel personal, eclesial, familiar y paraguayo.
San Ignacio árape, que hoy 31 de julio celebramos, mi oración para todos los que de lejos o de cerca me rodean es conseguir esa paz interior suya, para que con alegría todos podamos hacer posible un nuevo Paraguay.
Siempre me emocionó el esfuerzo indomable de Ignacio de Loyola en reunir un grupo de hombres para ser como “la caballería ligera” que acudiera a donde más hacía falta a la causa de Dios. Y. al final de su vida, cuando le preguntaron como reaccionaría si la obra de tanto trabajo desapareciera como la sal en el agua, respondió que le bastaría un cuarto de hora de oración para mantener la paz interior.
Como mujeres y hombres modernos diariamente nos sentimos cada día más golpeados por acontecimientos y descubrimientos. Todos ellos distorsionan, debilitan nuestras esperanzas y modos de vivir profundamente enraizados en nosotros. Más todavía, los nuevos tiempos que están apareciendo nos están exigiendo cada vez más el abandono de costumbres, cultura, convicciones, sueños, medios de trabajo, horizontes de vida, que nos daban seguridad por tenerlos dominados y que ya quedan desfasados y son anacrónicos y sin sentido. Pertenecemos a un racimo de generaciones puentes entre un pasado repetido y un presente-futuro totalmente nuevo. Y, con frecuencia, en este tumulto vivencial perdemos la paz interior. Nos desunimos, nos peleamos, nos debilitamos, caminamos tristes, a nivel personal, eclesial, familiar y paraguayo.
San Ignacio árape, que hoy 31 de julio celebramos, mi oración para todos los que de lejos o de cerca me rodean es conseguir esa paz interior suya, para que con alegría todos podamos hacer posible un nuevo Paraguay.
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