Papa Francisco, desde el Paraguay y con el recuerdo
emocionado de los días vivimos con Ud. recordamos mucho a su persona y a
sus palabras. Estas, cuando nos dejó para volver a Roma, debieron ser
estudiadas por los obispos, clero y laicos, pero no lo hemos hecho.
Todavía estamos a tiempo.
Pero, el tema de esta carta es otro. Sé que Ud. se dio
cuenta perfectamente de que por Jerarquía y Autoridades el Paraguay que
se le presentaba estaba un poco “maquillado”. Se pusieron demasiadas danzas,
bailes, canciones y discursos en tiempos que pudieron ser aprovechados
por entrevistas con indígenas, campesinos, pobladores de Concepción y presos.
En todo esto estuvimos dos meses insistiendo,
pero desde el Gobierno y desde la Institución eclesial
se nos impidió. Es lástima que no le dejaran ponerse en contacto directo con el
verdadero Paraguay pobre de hoy.
También había otros problemas dolorosos ocultos.
Entonces ya estaban crucificados un grupo de choferes de la línea
49 de transporte metropolitano por negárseles el formar un sindicato y la
expulsión del trabajo de 51 compañeros.
Hoy ya llevan dos meses y medio 20 crucificados,
4 con los labios cosidos y más de 40 cesados en el trabajo. Todos están,
además, ahora en huelga de hambre.
Nuestro deseo es que Ud. hubiera estado con ellos,
pero “no había tiempo”.
Por favor, rece por ellos. Por favor, dígales a
nuestros obispos que los visiten y que influyan
colectivamente como Conferencia Episcopal. Y vivimos
momentos muy difíciles en puertas de una dictadura.
Perdone, Papa Francisco, esta sinceridad.
Cuando nos vimos en Cristo Rey Ud. viendo
la remera “QUÉ PASÓ EN CURUGUATY”, que llevaba, Ud. me dijo
“Estás como siempre”.
Y, gracias a Dios es verdad.
Cada día somos más los que ponemos en el centro de
nuestras vidas al Pueblo pobre. Cumplimos lo que Ud. nos dijo en su
visita.
Ojalá que el Papa llegue a leer esta carta y le amoneste a los obispo por no cumplir con su compromiso.
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