Hace cinco años un amigo me habló del Club de
Bilderberg. Me interesó y compré el libro de Daniel Estulín “El Club de
Bilderberg, edición actualizada hasta el cónclave del 2008”.
Fundado en 1954 agrupa a las personas más
poderosas económica y políticamente del mundo.
Una vez al año se reúnen y Estulín define estos
encuentros como “un pequeño foro internacional, flexible, informal y
confidencial en el que se pueden expresar diferentes puntos de vista y
aumentar así la comprensión mutua”. En él no se proponen
resoluciones, ni se realizan votaciones, ni se emiten declaraciones
políticas.
Simplemente hablan. Pero, ¿de qué hablan los más
poderosos del mundo en estas reuniones? Esta es la cuestión. El autor del
libro hace todos los esfuerzos en sus investigaciones por descubrirlo. Al
final, ¿ciencia ficción?
Pero, sospecho que ellos, u otros, hablaron un día
de un futuro que hoy es presente. Porque lo único que sé es que son los más
poderosos del mundo. Eso, desgraciadamente, puede significar algo.
Bueno, y ¿a qué viene este escríto?
Acabo de recibir un artículo publicado el 17 de agosto
por Liliya Khusainova, donde leo lo siguiente “En general se puede decir
que el Club Biederberg sigue cada vez más de cerca lo que ocurre en América
Latina”. Y al final concluye: “Y parece que ya ha comenzado la cuenta atrás con
planificadas manifestaciones multitudinarias contra Dilma Rousseff en Brasil,
contra Rafael Correa en Ecuador, movimientos contra Evo Morales en Bolivia, sin
olvidar la “ucranización” de Venezuela para derrocar a Nicolás Maduro”.
Lo cierto es que con Club de Bilderberg o sin este
Club, actualmente, existen fuerzas mundiales, unas de izquierdas que
quieren mejorar el mundo y otras de derechas, muy fuertes, que avanzan haciendo
más ricos a los ya ricos y más pobres a los infinitos pobres.
Desgraciadamente, en la izquierda paraguaya, todavía
parecemos disfrutar peleándonos internamente.
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