La peor tentación no es la de la plata, el sexo, la ambición o la del poder que corrompe. La peor tentación es diferente. Aparece cuando las otras ya han sido dominadas. Y su efecto es desastroso porque borra todo el bien hecho y niega que un futuro mejor sea posible y necesario.
Es una tentación que en el 2.010 ha dejado fuera de combate a grandes luchadores y los ha encerrado en sus vidas privadas. Una tentación que en el 2.011 nos va a rondar a muchos de nosotros.
Nace del fracaso y de palpar a los mejores sueños hechos añicos. Crece con la experiencia de que el compromiso de lucha no sirvió para nada. Y culmina con el convencimiento interno de que todo el amor puesto fue un fracaso y solamente recogió odio.
Es una tentación que en el 2.010 ha dejado fuera de combate a grandes luchadores y los ha encerrado en sus vidas privadas. Una tentación que en el 2.011 nos va a rondar a muchos de nosotros.
Nace del fracaso y de palpar a los mejores sueños hechos añicos. Crece con la experiencia de que el compromiso de lucha no sirvió para nada. Y culmina con el convencimiento interno de que todo el amor puesto fue un fracaso y solamente recogió odio.
El profeta Jeremías tuvo esta tentación y la expresó, con palabras que no me atrevo a reproducir, en el capítulo 20 de sus profecías, desde el versículo siete.
Las tentaciones suceden cuando nuestro ser está a oscuras. Pero esta tentación es la noche de la oscuridad. Desespera porque el sueño sigue posible, pero se tiene el convencimiento de que nunca llegaremos a el. Y, sobre todo, golpea porque impulsa a romper el gran bien que cada uno hizo. Y no estoy hablando en clave religiosa, sino en clave social y política.
Esta tentación nos urge a fortalecernos todos. Y los jóvenes si quieren ser el futuro, la han de dominar ya en el presente.
Las tentaciones suceden cuando nuestro ser está a oscuras. Pero esta tentación es la noche de la oscuridad. Desespera porque el sueño sigue posible, pero se tiene el convencimiento de que nunca llegaremos a el. Y, sobre todo, golpea porque impulsa a romper el gran bien que cada uno hizo. Y no estoy hablando en clave religiosa, sino en clave social y política.
Esta tentación nos urge a fortalecernos todos. Y los jóvenes si quieren ser el futuro, la han de dominar ya en el presente.
Cuando se acaba la fe en lo que hacemos, nos ahoga la desesperanza.
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