Aquel siglo primero de
nuestro calendario fue como todos. Todavía iban a tardar 19
siglos en aprobarse los Derechos Humanos para mejorar la
suerte de los humanos. Tiempos fuertes con un
Imperio Romano en pleno vigor. Minoría romana en el poder y
mayoría de esclavos a su servicio.
Y en aquella época, clandestinamente
y sin hacer ruido, un modo nuevo de concebir la vida se iba extendiendo por el
mundo dominado por los romanos (el oriente de China no se había descubierto
todavía).
Ese modo nuevo
de valores en la vida tenía su origen en Galilea. En un campesino que sólo
predicó unos dos años y medio antes que lo crucificaran.
Su mensaje llegó hasta
Roma llevado por antiguos judíos y prendió en los más pobres: los esclavos y
esclavas. De allí pasó a sus amas romanas. Y con ellas entró,
clandestinamente, hasta en la casa del emperador.
Al terminar el primer
siglo se calculan que los cristianos eran unos 50.000 esparcidos en todo el
imperio. Dos siglos después ya eran muchas veces más, a pesar
de las persecuciones.
Aquellos primeros
cristianos predicaban el amor, la solidaridad, el respeto entre todos como
hermanos, en un mundo que era muy cruel. Y esto impactaba tanto que ni aun las
persecuciones lo frenaron. Más aún: “la sangre de los mártires, fue
la semilla de nuevos cristianos”.
Y la admiración por todo
esto inspiró un modo gráfico de mostrarlo, era tanta la
fuerza acumulada en el mensaje del Reino de DIOS predicado por Jesús
y extendiéndose con fuerza por todo el Imperio Romano, que pensaron
que su nacimiento lo vislumbraron unos sabios de Oriente,
que fueron a adorarle.
Y hoy, seis de enero, desde
muy antiguo se celebra toda esta realidad y su expresión gráfica son
las personas de los tres Reyes Magos.
El artículo del miércoles 7 se titula
“El regalo del año nuevo”.
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