Electoralismo es una enfermedad propia
de la corrupción en la política. Alimenta todo el año a los politiqueros, para
luego ser elegidos de nuevo.
Pero, una cosa es el electoralismo y
otra, el menospreciar la importancia de las elecciones municipales de
noviembre.
El Pueblo del Paraguay en muchos ámbitos
de la clase empobrecida y media se está despertando aceleradamente. El gobierno
actual nos está llevando a donde no queremos con el olvido de un
sentido social del que carece. Nos está endeudando por algo así como
treinta años. La Nación está a la venta con aquella
desgraciada frase del “usen y abusen”. Nos gobiernan como un amo
administra a sus fábricas. La respuesta a los ojos que se abren y exigen
cambios es la represión policial y militar. Crece el hartazgo por esta
situación.
Actualmente se quiere cambiar de rumbo a
la Justicia, con el juicio político a varios magistrados. Se lo merecen, pero
ahora no se habla de cambiar el sistema injusto judicial, sino de tener
miembros de la Corte Suprema más sometidos al Ejecutivo. Sino con el
juicio facilitar la reelección presidencial y se entraría en esa
prolongación del mandato, condición necesaria para toda dictadura.
En esta situación y con un Pueblo
empobrecido que ha abierto lo ojos y una clase media con un crecimiento de
conciencia acelerado, son necesarias dos cosas.
La primera es que este Pueblo tenga la
referencia de autoridades municipales creíbles, que puedan
presentarse luego en las generales del 2018.
La segunda, darle un párate al gobierno
actual con unas elecciones adversas a su partido que le muestre el
rechazo generalizado que existe.
Y surge la necesidad de la unión en las
candidaturas. Si en Asunción presentamos tres candidatos a intendentes desde el
progresismo, los tres pierden. Si dos, también. Si presentamos sólo uno,
ganamos.
El artículo de mañana “Adecuación de la
malla curricular”.
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