Cada día hay más manifestaciones,
debates, citas ante entidades públicas para denuncias y protestas. Sirven para alcanzar algunos resultados
con su presión. También como escuela de conciencia despierta.
Hay quienes luego se marchan contentos a
sus casas y se sienten felices.
Sin embargo el compromiso de crear el poder del nuevo Paraguay no acaba allí. Los politiqueros, si se enteraron de estas
acciones, se quedan tranquilos. El poder lo siguen teniendo ellos. Y si ceden
en algo, por presión, son capaces pronto de olvidarlo.
El nuevo Paraguay se va acercando con
estas manifestaciones y marchas y citas ante el Panteón de los Héroes y cortes de calles y de
rutas, etc… Pero, se realizará de verdad cuando haya el número suficiente de
políticos en el Poder. Y aquí viene el punto clave de la cuestión.
No somos muy exactos cuando hablando de
la corrupción de los que se dicen
nuestros representantes. Los llamados políticos y no politiqueros o al menos malos políticos.
Y como estos son lo que más abundan, no
hay muchos, diríamos, con “vocación” hacia la POLÍTICA. La lista de los que
aspiran son los que se acercan a ella como negocio. Esas personas a las que ciertamente habría que hacerlas
correr del servicio al Pueblo. Reconozco que no se puede generalizar, porque algún
político siempre hay, pero…¡qué pocos!
Estemos presentes cada día en más
manifestaciones y marchas porque nos fortaleceremos en ellas. Pero, ojalá, los
centros de estudiantes en colegios y universidades, las aulas de nuestros
intelectuales, las Iglesias, las Municipalidades, los centros de Cultura,
fueran escuelas de Política y de los que en nombre del Pueblo aspiren a ser
llamados políticos.
Repetimos: la mayoría de los que trabajan en POLÍTICA son politiqueros, con honrosas excepciones. Dispuestos a venderse al mejor postor
y con escasa preparación. Esto daña a ese otro Paraguay, que queremos y que es
posible.
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