Escribo esto para los que ya cumplieron 83 años, aunque tengo poca esperanza de que me lo lean. Ellos ya saben más que yo.. Al menos, que lo haga alguno que desee llegar a esa edad.
A los 83 somos como un auto que luce cuidado, pero que en cualquier momento algo le falla. Eso nos convierte en “parcheadores” de nuestro cuerpo. Pero se soporta y adelante. Lo importante es vivir.
Más llama la atención dos cosas. Primero, cómo corre el tiempo. Pasan las semanas como si fueran día. Espero que pronto los meses no parezcan semanas. Segundo, la paz, tranquilidad y gozo cómo se contemplan todas las cosas. Tal vez porque el haberlas visto antes tantas veces repetidas, no hemos curado de espanto.
Somos sabios por lo que aprendimos y por la experiencia vivida. Pero, cuidado. La misma teoría puede vivirse de otra manera y en ocasiones nos hacemos demasiado akahata por lo que vivimos y fastidiamos a todos queriendo que se repita, cuando los tiempos nuevos piden cosas nuevas.
Lo peor es que nos arrinconen. Nos iremos gastando como una vela. Los ruidos, la vitalidad de los que nos rodean, nos mantienen despiertos y animosos para darles respuestas. Y eso nos hace bien.
Lo peor es que nos arrinconen. Nos iremos gastando como una vela. Los ruidos, la vitalidad de los que nos rodean, nos mantienen despiertos y animosos para darles respuestas. Y eso nos hace bien.
Y alguna vez llegará la hora. Me gustaría me encontrara trabajando con las sandalias puestas. Con ellas, alegre, saldré al encuentro de Dios.
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