viernes, 27 de marzo de 2015

CARTA A UNA EMPLEADA DOMÉSTICA


Pena me dio el ver llorar en la Cámara de Diputados a Uds., empleadas domésticas, cuando conocieron la aprobación de una ley contraria a los deseos de Uds...
Sentí pena y enojo por la falta de humanidad de quienes  se creen ser nuestros representantes.
Conozco muy bien los problemas, los sueños y las esperanzas de las empleadas domésticas desde 1970 cuando durante 9 años  trabajé con Uds. en Buenos  Aires. Se estimaba, entonces, una población de unas 20.000 empleadas domésticas paraguayas en la Argentina.
Ahora que va a venir el Papa Francisco al Paraguay, quiero recordar que  el entonces Padre Jorge Bergolio  S.J. dejó  la residencia donde vivía como provincial de los jesuitas para que fuera el hogar de las chicas paraguayas todo el año y especialmente los  sábados y domingos, cuando  quedaban libres.
En el Paraguay no siempre las empleadas domésticas son bien tratadas. Jornadas agotadoras de 10 ó 12 horas, salario muy pequeño, y mal trato y hasta abuso de  ellas.
Por eso, las esperanzas de Uds. estaban puestas en la ley que iba a dar Diputados. Lamentablemente privó la falta de humanidad  de esta Cámara. Le dieron un salario que llega al 60% del salario mínimo y  no atendieron con justicia la cantidad de horas.
Sepan que les apoyamos cuando se organizan en sindicatos o asociaciones similares. Y esto es necesario por una sencilla razón. La empleada doméstica está aislada en su casa de familia donde trabaja y su relación es de una persona frente a varias. Cuando hay conflicto es difícil sostener  sus derechos en solitario. Por eso es necesario un sindicato que  la apoye. De otro modo siempre saldrá perdiendo.
Repetimos: Apoyamos a las empleadas domésticas en sus justas reivindicaciones, y sentimos que la falta de humanidad en los que  se dicen nuestros representantes, haya llegado a una ley como la última aprobada.

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