La semana había comenzado con la fiesta
popular de la entrada a Jerusalem de
Jesús aclamado por varios centenares de personas. Pudo haber sido una semana de
fiestas para los galileos
que acompañaban a Jesús y de
crecimiento de simpatizantes con sus predicaciones en el templo de Jerusalem.
Sin embargo, hubo una misteriosa reunión de
las autoridades religiosas. Recuerden que en Judea había una teocracia. Mandaban
Herodes y, sobre todo, Pilato, pero el gobierno más intenso lo tenían los Sumos
Sacerdotes con todos los
que los rodeaban. Inclusive, tenían con su propia guardia personal armada.
Cuenta el Evangelio de San Mateo que “Se reunieron los Sumos
Sacerdotes y senadores del pueblo en casa del Sumo Sacerdote Caifás y se pusieron de acuerdo para apoderarse
de Jesús con una estratagema y darle muerte.
Pero, añadieron que debía de ser después de la
Pascua para que no se
amotinara el Pueblo” (26,3-5).
Curiosamente siempre ocurre lo mismo. Las
alegrías, lo que el Pueblo quiere y desea, siempre se lo cargan los que mandan.
¿Por qué?
A las autoridades no les conviene que el
Pueblo sea muy feliz y viva contento, les conviene que viva triste, agobiado,
buscando lo que debe de comer cada día. Así no piensa con cabeza propia. Así no
se le ocurren ideas renovadoras. Así lo
tienen dominado.
Y, cuando esto ocurre, por ejemplo una huelga
general exitosa como la del 26, existen reuniones misteriosas camufladas de
negociaciones, para que con el tiempo el Pueblo se olvide de lo que
exigió. Y, siempre
encontrarán algunos del Pueblo que se presten a ayudarles.
En lo que llamamos Semana Santa el que
estorbaba era Jesús, por eso decidieron darle muerte. Y, también, encontraron a
un vendido del Pueblo, Judas, para que lo traicionara y entregara.
Esta historia se ha repetido durante siglos y
el Paraguay actual no es una excepción en ellos.
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