Comencé el artículo de hoy
irónicamente sonriendo y acabé riendo. Verán qué curioso.
Con una persona hablaba de todo lo que
va comprando el Presidente. “¡Compró el Día!”. “¡Y no sé cuantas radios!” “¡Pero,
también el Popular que es el diario que más se lee!” “¡Y tiene estancias en el
Chaco!” “¡Los campesinos de Barbero kue le acusan de varios centenares de hectáreas que les
pertenecen y están sembradas de tabaco presidencial!” “¡No te olvides del canal
de TV!”, etc…
Al llegar aquí corté y me despedí. No porque habláramos de todo, sino porque ya era
bastante.
Frente a mí el poder inmenso de una sola
persona en bienes y en medios de comunicación. Todo ello entendiendo una visión de la vida con la que no
estoy de acuerdo, porque hace
más pobres a los pobres. Lo cual me parece una solemne aberración.
Y yo, enfrente procurando escribí cada
día una frasecita muy pensada en Twitter para contrarrestar ese lavado de cerebro colectivo. Y sonreí irónicamente. A primera vista, ¡qué diferencia!.
Pero, luego reflexioné.
No estoy solo. Somos millares. Cada uno
con su ladrillo, pero entre todos podemos construir una casa, una muralla, una
ciudad.
Y nuestra causa vale la pena. Es la única
causa colectiva en la que vamos a caber todos y no es en provecho de una sola
persona. Causa tan grande que también es la causa de Dios. Causa que cuando se
nos acabe nuestra vida nos la llevaremos con nosotros. Sin embargo de los
bienes de los egoístas ninguno de ellos se llevará ni un guaraní.
Y lo que es mayor; pasaremos por
la vida dejando un
reguero de alegría en todos con los que nos encontremos.
Cada
mañana en Twitter dejo escrita una frase con la
ilusión de cambie el mundo. Es poco. Pero somos muchos los que hacemos lo mismo.
Venceremos.
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