Deseo explicarle cómo me sitúo antes los acontecimientos que vamos a
vivir.
Jesús nos dijo que nuestro Padre Dios, en primer término, no estaba
interesado sobre qué pensáramos de El ni
en cómo experimentamos su presencia. Lo que verdaderamente le interesa a Dios
es conocer cómo nos comportamos con los pobres y cómo nos relacionamos con los
excluidos.
Empobrecidos, con hambre y desnutrición. Mujeres y niños maltratados.
Adultos y jóvenes que, si no cambia nuestra
sociedad, nunca van a tener un trabajo digno con seguridad social y jubilación
jamás en su vidas.
El que se pone enfermo, pronto se muere o queda estropeado para
toda su vida. Un senador gana en un mes lo que a un obrero con salario mínimo
le cuesta trabajar diez años. Campesinos duchados con las fumigaciones y que
expulsados de sus tierras acaban en los cinturones de miseria de las ciudades.
Por mi Fe en el Dios de Jesús, ante estos hechos yo no puedo permanecer
indiferente. Sería un traidor al Reino de Dios del que tanto nos habló Jesús.
Por eso, cuando conciudadanos me hablaron de que el 21 con la marcha de
antorchas y el 22, 23 24,25 y 26 íbamos a tener un paro con muchas
manifestaciones y una huelga
general, como cristiano, sacerdote jesuita, dije que me unía a ellos. Allí está
actuando Dios en favor de sus preferidos que son los más empobrecidos. Allí
estarán mis mejores amigos que con sus ojos de excluidos, me llaman
para acompañarlos.
Haciendo esto no hago nada extraordinario. Simplemente expreso
públicamente que soy cristiano y soy humano.
Le ruego que no
se quede indiferente. Estos días que
vienen son una ocasión de conquistar un poco o un mucho de felicidad para los
olvidados del Paraguay. Ñapu’ama oñondivepa. Queremos vencer en este empeño
para que todos quepamos en el Paraguay y todos podamos tener una vida digna.
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