La victoria
en la huelga general y en el
paro nacional del 26 de marzo debió de llevar consigo un ablandamiento del
Estado cediendo en algunas, al menos, de las exigencias populares.
En realidad
ha sucedido lo contrario. El Ejecutivo, sin duda en connivencia con los otros
dos Poderes, ha mostrado su verdadero rostro, apoyado por la ANR, empresariado,
multinacionales, instituciones de poder económico etc…
Un aparato
estatal unido y fuerte, al que le importó poco el cómo salió el día 26, fuera de que no
hubieran disturbios que le hubieran manchado.
Recuerden los
tiradores con miras telescópicas que teníamos hacia la plaza y que toda la
pasividad de la policía, mientras nos portábamos “bien”, se hubiera tornado en
cruel represión como algunas de las últimas.
Fuimos
coherentes con nuestra actitud no-violenta, pero ahora pienso que el Gobierno se rió de ella.
El presidente
se dio el lujo de no dar la cara y enviar a un sustituto y este no tuvo empacho
en afirmar que la APP tal como está no se la tocaba, por poner un ejemplo.
“Da la
impresión de una gran comedia pactada antes por los mismos que están negociando”,
me decía exagerando un poco
una persona. Pienso que
algo muy grave se nos viene
encima.
Algo tan
grave como una dictadura económica que nos obligará a estar callados como los
35 años pasados, aunque con una diferencia. Antes tuvo que existir un Pastor
Coronel con su tortura para que nos quedásemos quietos. Ahora bastará entrega
al capital internacional con la farsa democrática de un
parlamento ad hoc y una justicia castigando siempre, como en Curuguaty, al que
se atreva a disentir.
Muy duro es
todo esto, por lo que hay que discutirlo en grupos para profundizarlo y
organizarnos y como Pueblo para resistir. Porque queremos y podemos “Vencer y
vivir”.
"...apoyado por la ANR, empresariado, multinacionales, instituciones de poder económico etc…" Aquí está la cuestión. Ya no hay causas nacionales sino del apátrida dinero que medra por todas las latitudes sometiendo cada vez más a las personas.
ResponderEliminarSerá cosa de no perder la fe para no perdernos del todo.