Nos encontramos ante
una situación compleja.
Ganamos una huelga que
fue también un paro con muchos piquetes y cierres de calles y rutas que
convocaron a millares de personas. Una victoria del Pueblo y una derrota del
gobierno que hizo todo lo posible para que fracasara. EL Pueblo se alegra.
Ahora viene la segunda
parte.
El presidente
ayer anunciaba que la
negociación se llevaría por el vicepresidente y con la ayuda de algunos
ministerios. Puso en manos del partido colorado la solución.
Una fórmula incompleta
pues las exigencias populares eran sobre asuntos que tocan también a los poderes
legislativo y de justicia.
Temas tan importantes
que debiera de conocerse lo
que piensa sobre ellos los empresarios o instituciones como la Iglesia (o las Iglesias), como las universidades.
Por otra parte, la
estrategia negociadora del Pueblo no se presenta fácil. Hubo tres dirigencias que convocaron
ayer y cada una piensa negociar, hasta hoy, por separado.
Algunas metas
son comunes, pero con
estrategias negociadoras diferentes. Una era inmediatista, quería ya comenzar
ayer. Otra ponía condiciones cumplidas, como señal de buena voluntad y, luego,
comenzaría el diálogo. La tercera está en el medio.
Noto una ausencia.
¿Quiénes nos representan a
la sociedad civil organizada, la que no hizo huelga sino paro (no éramos ni
campesinos ni estábamos en situación de dependencia laboral)?
Precisamente porque la victoria del Pueblo el 26 de
marzo fue muy importante, las negociaciones que vienen ahora no son nada
fáciles.
El resultado depende
ahora de la valía, patriotismo y capacidad negociadora de una dirigencia, que
es incompleta, que debiera de unirse lo más posible y de pedir la mayor
ayuda a todos.
En cuanto al gobierno,
va a depender de que comprenda de
que en el Paraguay, a juicio de los sociólogos, una bomba social de tiempo ya
está armada. De esto hablaremos el lunes.
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