Cuando un luchador por un causa justa, decide hacer huelga de hambre hasta las últimas consecuencias, las razones en contra no tienen fuerza. Y esa huelga solamente puede cesar por la muerte o con una victoria, que afirme que era justa esa dolorosa elección.
He acompañado como ser humano y como sacerdote durante casi dos meses, como lo hacía en el colegio de Cristo Rey cuando él era joven, a Hugo González Chirico.
No ha sido nada fácil.
Me he encontrado quienes querían que la abandonase ya.
Quizás, sucede en algunos casos, no lo creo en este, que alguien prefiriera a un Chirico mártir por razones que nunca entendería si las hubiera.
Se probaron las tres causas por las que Chirico hacía la huelga de hambre. El Gobierno no acepta en manos de las Cooperativa obrera del 33,3% de las acciones de ACEPAR. Ofrecieron chantajes que no fueron aceptados. Tampoco el Ministerio de Trabajo acepta que fueran incorporados los 350 obreros de ACEPAR dejados en la calle. Ni aceptó el retirar la suspensión del Sindicato de obreros (SITRAC) ni de la Cooperativa dueña de las acciones (COOTRAPAR).
Con 79 días de huelga de hambre no quedaba ya mucho tiempo antes que sucedan daños irreversibles. Fueron horas tremendas. Nuevos esfuerzos del grupo metido en esto. Internacionalmente vendrían dentro de una semana. Demasiado tarde. Chirico estaría muerto.
Se intensificaron las oraciones que desde hace muchos días se estaban teniendo.
Chirico iba a morir y esto sería una victoria para el Gobierno de Cartes que así se veía, libre de un luchador de fe grande y compromiso inclaudicable.
La solución fue que esto no ocurriera. Chirico no muriendo era una victoria que destruía la victoria que ya Cartes sentía tener en sus manos. Hugo González Chirico seguiría con vida desde ese último minuto en el que todo se le acababa. Cuando se repusiera, seguirá luchando triunfante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario