Copio algunas ideas
escritas por Germán Gorraiz en “Alai-amlatina”.
“El término distopía fue
acuñado a finales del siglo XIX por John Stuart Mill en contraposición al término
utopía, empleado por Tomás Moro para designar a un lugar o sociedad ideal.
Así distopía
sería “una utopía negativa donde la realidad transcurre en términos antagónicos
al de una sociedad ideal”.
Las distopías se
ubican en ambientes cerrados, en sistemas antidemocráticos, donde la élite
gobernante o económica se
cree con derecho a invadir todos los ámbitos de la realidad en nombre por
ejemplo de la seguridad del Estado o de eliminar el principio de la
inviolabilidad de las personas, síntomas todos ellos de cercanía
de una dictadura.
Un caso concreto
es la prisión de Guantánamo
donde se han vulnerados los Derechos Humanos. Allí quedan todavía 166 presos que cuestan al año a los
norteamericanos 150 millones de dólares y que viven desde hace más de diez años
en un limbo legal, 86 de ellos se reconoce que nada hay en su contra y se
espera llevarlos a otras naciones para quedar libre. Los otros 48 están en
prisión indefinida por considerárseles un
peligro para la seguridad nacional aunque no tengan tampoco ningún hecho en
contra. Una verdadera aberración.
Hagamos el ejercicio
de buscar las distopías que
tenemos en el Paraguay.
La realidad de nuestros indígenas que han pedido
todos los derechos que les da la Constitución, ¿primera distopía?.
En cuanto a los
campesinos fumigados y expulsados con la ayuda de los fiscales, policía y FOPE,
¿segunda distopía?
En Tacumbú hay
ciertamente presos que viven en un limbo legal en el que nadie sabe su
situación ni parece que interese a nadie saberla. Y no es por cuestiones de
seguridad nacional, sino por total
indiferencia y olvido de la
Justicia. Algo todavía más humillante.
Y todo esto nos crea
una grave interrogación. ¿Tenemos democracia
cuando abundan las distopías?
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