Ya he visto con grandes letras anunciadas, la campaña electoral de un
aspirante apresurado a la Junta Municipal.
Y es que dentro de poco se olvidará la lógica social para entrar
masivamente en la electoral.
Llamo lógica a pensar, estudiar,
planificar y hacer marketing para conseguir algo muy concreto en el
presente político. Propiamente solamente tendría que haber una sola lógica para
el político: servir al Paraguay que es la meta.
Sin embargo, cuando hay una época en que esta meta se opaca y es sustituida
por otra: ganar unas elecciones para ocupar un cargo.
Por supuesto que se supone que es para servir a la Patria, pero es tanto el
ímpetu electoral que la Patria pasa a segundo lugar. Y, desgraciadamente, para
bastantes luego elegidos, luego la Patria no va a pasar en importancia de este
lugar segundón durante cinco años.
En la lógica electoral las palabras que valen son las que pueden conseguir
votos. No importa que sean mentirosas y falsas. Y en ella la ventaja no la da la valía real del aspirante sino la cantidad
de dólares de que disponga para comprar votos. Esto no debiera de
ocurrir, pero es la realidad.
Así se crea en este tiempo electoral una especie de paranoia que conduce a romper amistades y hacer
alianzas frágiles, en ocasiones
contra natura política, pero que pueden dar votos.
En estas condiciones, ¿qué sale de estos meses agitados electorales?
Personajes, que se dicen representantes del Pueblo, pero que no representan más
que a sí mismo.
¿Qué debe de saber y hacer un ciudadano que quiere el nuevo Paraguay en
esta época electoral?
Primero, saber que la ley electoral está hecha de modo que todo lo antes
dicho sea así. Hay que cambiarla.
Segundo, cuestionar, si puede públicamente a los aspirantes mentirosos, que son casi todos.
Pero, ¿a quién elegimos? Este es el problema.
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