lunes, 19 de diciembre de 2011

EL BUEN VIVIR, EL MAL VIVIR Y LA BUENA VIDA

El Bien Vivir tiene una antigüedad de miles de años entre nuestros Pueblos aborígenes. En la región andina se llama SUMAK KAWSAY. Entre los pueblos guaraníes TEKO PORA. El Bien Vivir consiste en la sintonía del ser humano con Dios, consigo mismo , con los que le rodean y con la madre naturaleza.. De todo ello nace un teko que es felicidad, paz, bienestar, solidaridad, amor.

El Mal Vivir, por desgracia se remonta también al inicio del mundo. Nace con el primer ser humano que destrozó a su hermano, que desobedeció la ley de Dios, que se faltó al respeto a sí mismo con sus vicios y que rompió el equilibrio de la naturaleza destrozándola.

La Buena Vida siempre ha estado siempre en pocas manos, comparando su número con el total de los seres vivientes. Se la daban los amos romanos en una ciudad capital en la que casi la totalidad eran esclavos a su servicio. Los que olvidando toda y divina y humana engordan, al menos económicamente, olvidándose de que son una minoría.

El nuevo Paraguay sueña en el Bien Vivir, donde quepamos todos, donde todos tengamos las mismas oportunidades de vida, trabajo, salud, educación.

A eso se opone el Mal Vivir de los que aspiran a volver a los sesenta años. Mal vivir en los que la falta de valores rompían la sintonía consigo por el egoísmo, con los demás por la corrupción, con la naturaleza por la deforestación. Y faltando estas sintonías, se da olvido de la sintonía con Dios.

Actualmente la Buena Vida tiene como dos expresiones. La egoísta del sistema neoliberal que acumula cada día más bienes en menos manos, y aquella otra , que nace d e un trabajo honrado pero, como decíamos el sábado, tiene que comprometerse con los empobrecidos para que dejen de serlo Y nunca esta Buena Vida puede escandalizar por sus despilfarros olvidándose que viven y se dicen solidarios con un país en el que casi el 50% está en la pobreza.
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NAVIDAD ES RECORDAR

Me lo dijeron varias personas en el programa de los sábados a las 7 de la mañana en Radio Fe y Alegría. Y nos llevamos casi una hora recordando.

La Asunción de hace cuarenta años o más. Casi sin luz eléctrica, con grandes descampados y zonas de árboles. Y en ese ambiente la Navidad muy unida a la naturaleza de la que se recogían flores, frutos y ramas verdes para adornarla.

Con las visitas a las casas de los vecinos “¿Podemos ver su pesebre?”. Y, al final d e la visita, el regalo d e unas galletas o pan dulce. Como niños íbamos, me dicen, llenos de alegría y la Navidad era un tiempo especial de conocerse todos con todos.

Y en casa el pesebre propio, muchas veces armado por la abuela, que con sus costumbres más antiguas, nos hundía todavía más en la historia.

Y, sobre todo, esa sensación de inocencia feliz, con abundancia de eso que ahora llamamos valores que se vivían a fondo y nos hacían felices.

No venimos del siglo XXI, sino los que vivimos delimitad del siglo XX en el que el mundo era más simple, más tranquilo, enanas cosas más pobre y en otras más rico. Y este recuerdo incrustado en nuestra vida hay que recordarlo.

Unos, para vernos retratados en el. Otros, para convencernos de que éramos muy diferentes entonces y que en el camino de la vida perdimos cosas que valían. Nos las robaron o las dejamos caer y no cuidamos de recogerlas. Y allá en el fondo del alma, en tiempo de Navidad las añoramos, porque valían de verdad.

Como decíamos en unas cosas éramos más ricos (bondad de niños, inocencia, capacidad de darnos, alegría, cariño que dábamos y recibíamos), aunque en otras materiales fuéramos más austeros e incluso más pobres.

Navidad es tiempo de recuerdos, de añoranzas. Y esto es bueno auque en ciertos momentos ahora echemos de menos muchas de sus cosas y eso nos haga sufrir

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