lunes, 3 de noviembre de 2014

ES UNA INVITACIÓN, NUNCA UNA OBLIGACIÓN




El seguimiento de Dios según cómo Jesús nos habla de Él, no es una obligac­­­­­­ión bajo pena de juicio condenatorio, castigo o cosas semejantes.
El teólogo Pagola lo dice, muy sencillamente, hablando de la conducta de Jesús.
“No imponía nada, no presionaba a nadie. Anunciaba la Buena Noticia de Dios, despertaba la confianza en el Padre, quitaba los  miedos encendía la alegría y los deseos de Dios. A  todos llegaba su invitación, sobre todo a los más necesitados de esperanza”.
Y, todo esto sabiendo realísticamente que a muchos no les iba a importar esta invitación. En aquel tiempo y, quizás, más en nuestro tiempo, por todos los atractivos que se nos presentan. También porque no se nos ayuda a llegar al Dios verdadero sino a una simplificación y caricatura parcial de ÉL. Añado, además el mal ejemplo de quienes se creen los profesionales de la religión. Existe simbólicamente como una sordera creciente y una muralla más alta contra todo aquello que pueda transformar de raíz nuestra vida.
¿Qué hacer en estas condiciones?
Primero convencernos de que Dios hablando al corazón de cada uno es más fuerte que todo el entorno negativo que nos rodea. Segundo, quitar de en medio aquellas acciones o ejemplos negativos que  hacen huir a las personas. Tercero, “crear espacios y facilitar experiencias donde las personas puedan escuchar de manera natural y sencilla, transparente y gozosa, la invitación de Dios que expresa el  Evangelio de Jesús”.
Pero, ¿lleva  algún riesgo el no aceptar la invitación de Dios?
Una pregunta muy importante.
Aceptar la invitación de Dios es llegar a la plenitud humana para la que fuimos creados. Rechazarla es reducir de un modo u otro esta plenitud. Somos buscadores de felicidad. La desgracia es saciarnos con algunas gotas de su agua, cuando tenemos a mano el manantial de ella. Y, aun entonces, Dios siempre está intentando llegar hasta nosotros.

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