“Ayúdate
que Dios te ayudará” es un dicho que
pone al descubierto los fallos que tenemos en la tarea de hacer un Paraguay
mejor.
Cada
día somos más conscientes que durante los cuatro años fallamos no organizando
al Pueblo para asegurar los avances, pocos pero significativos, que hacíamos.
Luego, después del golpe, perdimos los últimos cuatro meses por no haber entendimiento y acabaron
formando dos grupos. Ahora ya se inscribieron como dos concertaciones
separadas.
Por
supuesto, que para la unión no todo está perdido , pero parece que será casi
imposible.
Quienes
queremos un nuevo Paraguay, en silencio
estamos contemplando a los que nos representan, elegidos por nosotros, y no los
comprendemos. En ocasiones actúan como los políticos tradicionales. Y un Paraguay nuevo necesita necesariamente hombres
y mujeres nuevos.
De
cada tres paraguayos, uno es pobre. De cada cuatro , uno está en la miseria.
Y
esto es lo que tenemos que tener siempre delante en unas elecciones que pueden colocarnos por cinco años en manos de los que siempre ganaron
a como sea. En el siguiente período la virtud de la equidad (política
preferencial hacia los pobres), debiera de haber sido el objetivo del gobierno.
Y
aguantar impasible, como si no nos
importara, que esto no se haga, no es cosa que soporta ya una mayoría de la
población.
Repito
lo dicho
muchas veces: para quienes
queremos un nuevo Paraguay, no hubo excusa ninguna, ni psicológica, ni cultural
ni económica, ni ideológica para que acudiéramos a estas elecciones sin formar
un sólido grupo, no dos.
Es
la última vez que lo escribo y lo hago con tristeza. Cerraron las puertas y la
ciudadanía quedó fuera de la casa.
La
lógica electoral, que teníamos que
atravesar con esperanzas de éxito,
parece que la perdimos divididos. Queda
la lógica social a largo plazo. Un plazo largo que puede llevar dos
generaciones. Seguiremos luchando por esta meta.
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