Hugo Gonzáles Chirico lleva ya 68 días huelga de hambre por defender unas
reivindicaciones que en
conciencia cree justas.
La Cooperativa obrera dueña del
33’3% de las acciones de Acepar, que él preside, por decisión del actual
gobierno de Cartes se ha visto privada
de esta propiedad privada comercial, al vender Cartes Acepar a una empresa brasileña sin
tener en cuenta que estas 33,3% de las acciones eran de los obreros.
Curiosamente Cartes defiende la propiedad privada cuando no es de los pobres.
Además, lucha Hugo G. Chirico porque sean reintegrados a la
empresa, los 350 obreros dados de baja en ella sin
recibir ninguna indemnización. Finalmente, defiende que no se le suspenda ni al
Sindicado ni a la
Cooperativa la personería jurídica.
Se ha acudido al Procurador de la Nación, al Interventor
de Acepar nombrado por Cartes, al Ministro
de Trabajo. Todo en vano. Existe una orden superior, si quieren una política de
persecución, contra este grupo obrero por parte del presidente del Paraguay.
Nada ha dado resultado. Pareciera que a Cartes, y a las autoridades nombradas por él, no les importa una vida
perdida. Llamándose cristianos no quieren
aceptar que toda vida es sagrada, sea la de los 17 asesinados en Marina Kue, la
de Arlan y ésta, ya en
próximo peligro de muerte,
de Hugo González Chirico.
Por humanidad, y por el coste político en su contra de un
asesinato, dejar morir a una persona pudiéndola ayudar, Cartes debiera de
actuar de otro modo. Desgraciadamente pareciera que nada de esto les importa. Y todo nos indica que estamos delante
de una dictadura económica lo más parecida a una dictadura y de las peores.
Dentro de unos días u horas, cuando fallezca de huelga de hambre
Hugo Gonzalez Chirico, llamaremos asesinos a Cartes y a los suyos que
intervinieron en este crimen.
Siendo ahora indiferentes, somos también sus cómplices.
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