El termino alianza
referido a lo político no tiene buena aceptación. Estamos ya cansados de
alianzas que fueron, en lo político verdaderos contubernios, algunas contra
natura y todas ellas manipuladoras.
Pareciera que tenemos
culturalmente una tendencia innata no hacia el acercamiento, sino hacia la
continuada división. Lo cual lleva consigo que estas separaciones sean, luego,
muy difíciles de soldar. Y cuando, casi un milagro, se llega a esto es para
usarla más en provecho propio que en beneficio común de los aliados.
Sin embargo, hablando de una democracia
real la alianza es una figura necesaria.
Por definición, además
de representativa somos una democracia participativa y pluralista. Y,
precisamente por esto último, al ser diferentes, la participación se hace débil
si no nos unimos.
Pensemos en el mejor político que pudiéramos
tener, sin posibilidad de una alianza social, en una democracia le sería casi
imposible gobernar.
Nuestras bases
campesinas están divididas y las bases sociales en las ciudades, en ocasiones,
más divididas todavía.
Aun suponiendo que
ahora el sector más progresista estuviera unido en alianzas tácticas (para
hechos concretos), no
existen todavía esas alianzas estratégicas (para largo tiempo y grandes
aspiraciones que son las que verdaderamente forman un frente sólido).
Pero, no basta que las
clases obreras y campesinas se una unan en alianzas, estas tienen también que
llegar a ese sector del empresariado consciente, dispuesto a prestar su fuerza
para un Paraguay nuevo.
Desgraciadamente esto
apenas si se da entre nosotros.
Por prejuicios, que no tienen fundamento o por mutua cerrazón que sugiere
niveles muy bajos de conciencia critica.
Es necesaria en el
Paraguay una alianza de los diversos sectores que sueñan en otro país muy
diferente. Pero, eso no se dará hasta que pasemos la época de fundamentos
basados en manuales o de creerse superiores por gozar de una economía fuerte.
Cada clase social tiene sus valores y sus limitaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario