“La desobediencia civil es un mecanismo de protesta para impulsar cambios sociales,
que se caracteriza por la negación de ciertos contenidos de la legalidad. Es decir,
todo acto de desobediencia civil es un acto de desobediencia a la ley, pero no
todo acto de desobediencia a la ley es un acto de desobediencia civil”.
Existen como dos
clases de desobediencia civil
La directa, cuando consiste en la violación de una norma jurídica
concreta, que en sí misma es considerada injusta.
La indirecta, cuando se desobedecen leyes en sí mismas válidas para poder presentar,
denunciar, alcanzar, una causa justa que no hay otro medio de lograr ante quien
tiene la autoridad.
Pero no todo
acto de desobediencia a la ley, como decíamos arriba, es un acto de
desobediencia civil. Esta tiene unas condiciones que se deben de cumplir.
Primera, que los autores de la desobediencia civil sean capaces
de imaginar un orden social mejor y que en su construcción esta desobediencia
civil sea un procedimiento necesario.
Segunda, que el comportamiento de estos autores no esté movido por el egoísmo ni para
conseguir privilegios individuales o corporativos.
Tercera, para ellos la desobediencia civil tiene que ser un
deber cívico, una exigencia de conciencia que proceda de valores objetivos
positivos para la mayoría.
Cuarta, el ejercicio
de la desobediencia civil ha de ser público, no es una conspiración, y esta acción
pública contribuirá también a que otros se sumen a ella.
Quinta, esta desobediencia civil se ejercitará siempre de modo
pacífico. Es una acción profundamente “no violenta”.
Sexta: ella tendrá como objetivo el promover especialmente el desarrollo de grupos sociales
marginados o lesionados en sus derechos, cuando no haya otros medios de
alcanzarlo.
Estamos en unos momentos históricos de aumento de la pobreza y
de querer llevarnos económica y políticamente a más pobreza. Y no nos dejan
posibilidad de frenarlo. Por eso, la desobediencia civil.
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