Estar contra la
pobreza se ha convertido en uno de los engaños más usados en política.
La causa es que esta lucha contra la pobreza, entendida desde la
política o la economía, se
usa para demostrar que gobernantes
consiguen resultados. Y basta que estos parezcan existir un corto plazo. El de
los cinco años de que dispone un presidente.
Así se lucha desde el
poder contra la pobreza haciéndoles casas. Y se presentan
cifras que significarían mucho si además de tener casas hubiera desarrollado
polos de trabajo. Porque
sin una manera digna de ganarse la vida, esas casas se convierten en refugios
de mendigos o de algo peor.
En otro género de cosas, la escolarización generalizada tampoco
ahuyenta la pobreza. Sin
verdadero aprendizaje el paso automático de los alumnos al siguiente curso,
cuando en realidad no hicieron mérito para ello, convierten a las escuelas y
colegios estatales otra vez
en reproductores de pobres, aunque el gobierno exhiba cifras asombrosas de
escolaridad.
Hacer las dos cosas, y las dos se hacen o se quieren hacer en el
Paraguay, es aumentar los pobres
diciendo que luchan contra la pobreza.
Y no cito el otro engaño del vaso que rebosa de los ricos y que
enriquecerá a los pobres. Ese vaso se agranda año tras año. Y nada llega a los
pobres.
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