A nivel
institucional pensamos que debemos de considerar injustas aquellas leyes que favorezcan el desalojo
de los bañadenses de donde ellos viven desde años, queriendo seguir allí, y los
llevan a lugares, con el halago de una casa pagable, lejanos y sin medios
seguros de trabajo.
A nivel de los propios afectados debemos ayudarles a que tomen
conciencia de sus derechos ante la injusticia en que viven y de la injusticia
de un desalojo forzado o engañado, con el objetivo de dejar el lugar libre de ellos para un negocio
inmobiliario de otros.
Más todavía: insistimos de
que ellos deben de ser los
primeros actores y sujetos de los posibles cambios y transformaciones.
A nivel de
la Iglesia, ella debe animar a los vecinos
de zonas inundables a que se
organicen pacíficamente para defender sus derechos en busca de otras soluciones más justa
que el desalojo.
La Iglesia debe
también influir en la opinión pública para que todos los cristianos que no viven
en los Bañados se solidaricen con ellos, uniéndose a sus reivindicaciones.
Saco estas ideas del libro “Lucha y tierra urbana en Asunción”,
acabado de imprimir el 7 de
noviembre de 1986 y editado por el Equipo Arquidiocesano de la Pastoral Social. Lástima
que la defensa costera, después de 28 años, no se haya hecho y que todo siga
igual.
Mons. Ismael Rolón, arzobispo entonces de Asunción escribió en
el prólogo “Lo original de
este libro es que el punto de mira para encarar la solución no es solamente el
progreso material de la ciudad, sino el del hombre. Desde esa óptica se enfoca
especialmente al ser humano más desprotegido y socialmente más débil, y se
busca una alternativa al problema de la inundación que sea técnica y financieramente viable, y
favorezca las necesidades básicas de los más pobres de la comunidad ciudadana”.
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