Un día como hoy, 11 de noviembre
de 1918, en un vagón de ferrocarril estacionado en Francia,
emisarios alemanes ponían su firma en el documento de rendición que les
presentaba el mariscal Foch. A las 11 horas cesaban todas las
hostilidades de la Primera Guerra Mundial.
Dejaba detrás nueve millones
de soldados muertos en acción militar, además de 21 millones heridos,
muchos de los cuales quedaron mutilados para toda su vida.
950.000 civiles murieron en
acciones de los militares (bombardeos etc.…) y más de
cinco millones perecieron de hambre o de las enfermedades con motivo de la
guerra.
En el sentido político desaparecieron
dos imperios, el austro húngaro y el otomano. Un año después
Alemania firmaba el Tratado de Versalles. Este Tratado fue
demasiado duro con los vencidos por lo que en el 1939, como
reivindicación, estalla la Segunda Guerra Mundial.
Es interesante estudiar la
manipulación que hubo sobre los pueblos d e las diversas naciones en este
conflicto. La urgencia ante posibles ataques y motivaciones que nunca
se dijeron públicamente enardecieron nacionalismos al margen de toda racionalidad
y a los que la misma realidad de esta tragedia humana hizo entrar en
razón, pero después de muchos sufrimientos.
Hoy recuerdo esta guerra porque algunas
veces se exacerban sentimientos hostiles de unas naciones con otras, que no
existen entre esos pueblos, pero que benefician al poder de sus
gobernantes. Y se acercan a la posibilidad de una Tercera Guerra
Mundial sin caer en la cuenta de lo que eso significaría de dolor y de pérdida
de vidas humanas.
Recordando este tema siento con pena
cómo se abusa de los diversos pueblos y se nos maneja como
marionetas.
Me dijeron que en este tiempo hay más de
35 conflictos guerreros en otros tantos lugares del planeta. Si fuera verdad,
comprendo que la venta de armas sea el negocio más lucrativo en el
mundo.
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