viernes, 7 de noviembre de 2014

¿NOS VAMOS ACERCANDO?


Citábamos en un artículo esta  frase del  obispo mexicano Raúl Vera: “El crimen organizado ayuda al control de la sociedad y por eso es socio de la clase política. Ellos han conseguido que el Pueblo no se organice  ni crezca”. Y, más adelante, destaca la íntima relación de los carteles  y las estructuras políticas, financieras y judiciales del estado, “al punto que es imposible saber dónde  comienza uno y acaba el otro”
En el Paraguay caca día aumenta con nuevos hechos la represión. La policía, la GEO, en el norte los militares, en todo el país jueces y fiscales allanan. Imputan a militantes, impugnan a abogados, golpean y meten miedo con balines de goma, queman viviendas y cultivos de los campesinos  etc.
En las estancias o  campos de soja los matones contratados por los dueños hacen lo mismo hacen casi lo mismo o peor.
Y muchas veces  aparecen   mezclados. “Es imposible saber donde comienza uno y acaba el otro” (Obispo Raúl Vera).
Y comienza a hablarse del terrorismo del Estado aliado con otras fuerzas.
¿Por qué ocurre esto en el Paraguay?
Porque ante la ausencia de una política con sentido social el Pueblo abre los ojos, se manifiesta, invade campos, toma municipalidades, grita, se reúne, hace escraches, etc…
Y todo esto turba igualmente al Gobierno y a Los dueños del 80% de  las tierras. Y, por separados o  juntos, hacen todo lo posible para aquietar al pueblo, someterlo, amansarlo.
¿Nos vamos acercando a México?
¿Imposible detener este espiral de violencia desde arriba que hace sufrir abajo a las víctimas de una política carente de sentido social?
En absoluto.
En tiempos de Lugo, el Pueblo con unas pocas medidas, algunas débiles por la total oposición del Legislativo, el Pueblo pobre paraguayo se sintió acompañado y comenzó a vivir mejor.
Pero todo eso se ha perdido.
Y, ahora, caminamos en otro rumbo.


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