La Utopía representa por un parte, la crítica de lo existente y
por otra la propuesta de lo
que debiera de existir.
Y estamos en una sociedad que no produce demasiadas Utopías. La
mayoría es pobre y la pobreza extrema fabrica sometidos. La minoría que ya
tiene asegurado más que lo
suficiente, no admite crítica de lo mucho que tiene y no necesita soñar
Utopías.
A esto hay que añadir el fracaso de las tres últimas multitudinarias Utopías. El comunismo
estaliniano, el nazismo hitleriano y el neoliberalismo de mercado, fracasaron.
Y la causa común de esto fue el no permitir la crítica interna en ninguna de
ellas.
Si en la historia de la humanidad ha habido cambios ha sido
porque existieron personas o grupos humanos influyentes que no se conformaron
con lo que tenían y quisieron que la sociedad fuera distinta.
El teólogo José María Castillo resume claramente todo
esto: “Una sociedad sin Utopías es una sociedad sin esperanza. Es una sociedad
en la que algunos
privilegiados centran sus aspiraciones en no perder lo que tienen, mientras que
la gran mayoría, los marginados y excluidos, no pasan del desesperado deseo de
supervivencia”.
¿Y, cómo recuperar la UTOPÍA ?
Me voy a referir al papel de las religiones en esta
recuperación.
Estoy convencido de que es muy importante, pero con dos
condiciones:
Primera, mientras una
religión siga integrada al sistema (económico o político), no será posible
recuperar la Utopía.
Segunda, y una
religión seguirá integrada en el sistema, mientras el sistema le siga aportando
medios económicos, legales y políticos para que ella pueda sostener a su personal, sus templos,
su culto etc.…a cambio de
que esa religión calle, por ejemplo, las graves agresiones del sistema contra
los Derechos Humanos.
Ser creyente es algo muy grande. No dejemos que nos inutilice la
connivencia con el sistema.
Algo positivo: en Paraguay nacen Utopías.
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