Cuando se quiere saber cuántos católicos
existen en una ciudad o pueblo, generalmente se cuentan las personas que
asisten al cumplimiento de participar en la misa los domingos. Es una
estadística fácil de hacer, pero que no refleja la realidad.
Ser cristiano católico no es ir a misa
ni simplemente purificarse
interiormente y mostrarlo con una conducta moral digna. Ser cristiano no es participar de algún rito
litúrgico o sacramento o fiesta patronal.
Ser cristiano católico es estar
apasionado por la causa de Jesús y por lo tanto con Él, de modo que así
lleguemos hasta Dios.
Y esta causa de Jesús, revelada por Dios
a Jesús, es lo que llamamos el Reino de
Dios. En lenguaje popular: el deseo que Dios tiene de que en la tierra sus
hijos todos, los seres humanos, vivamos
felices, como antesala del cielo que nos espera en la compañía de Dios.
Ser cristiano está lleno de la pasión
por una persona, Jesús, que nos lleva hasta Dios. Y con ello por la causa de Dios, su
Reino, cuya realización en la tierra nos ha encomendado.
La persona de Jesús tal como aparece en
los evangelios, vista con la vida creyente de las primeras comunidades
cristianas, es apasionante. Y en cuanto a nuestro descubrimiento por la
Fe de Dios, es grandiosamente apasionante.
Es el modelo de las primeras comunidades cristianas que fue totalmente revolucionario en sus ideas y en su realización. Quiero ahora insistir en su contenido.
Andamos continuamente denunciando lo mal
que anda nuestra sociedad. El karaku del Reino de
Dios es la solidaridad, amor
al otro y respeto por
su individualidad. Y Dios ha puesto en nuestras manos el hacer esto
realidad.
Y, es curioso cómo este modelo de las
primeras comunidades cristianas fue inspirador para
los grandes clásicos del socialismo.
El articulo de mañana “Exportamos carne,
tenemos Pueblo desnutrido”.
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