Recomiendo como lectura religiosa para
este año el comentario del teólogo José Antonio Pagola sobre el Evangelio de
Marcos. He regalado algunos ejemplares y el comentario es, después de haber
pasado algunos meses, “fue el mejor regalo de mi cumpleaños”.
Allí he encontrado lo que hoy les
cuento.
Los primeros cristianos enseguida
cayeron en la cuenta: “Jesús hablaba y hacía felices a todos los que le
rodeaban”. Y como en la clase pobre a la que él pertenecía abundaban en
demasía, los necesitados, los hambrientos, los enfermos, los discriminados, los
leprosos de alma y de cuerpo, Jesús hablaba y “sanaba”.
Jesús dejaba todo para responder a las
necesidades de las personas.
Con los siglos ese grupo de cristianos
fue creciendo y aparecieron las persecuciones que mataban o los ataques de
pensamiento y palabra para enturbiar y desacreditar lo que enseñó. La iglesia
se dedicó a defenderse y a elaborar una doctrina sólida y, en cierto modo,
descuidó esa sanación a la que Jesús le daba tanta importancia.
Paradójicamente, hoy, cuando la técnica ha llevado una minoría de la humanidad a una vida súper
rica y a una mayoría a una pobreza súper angustiosa, esta “sanación” de Jesús
vuelve a primer plano.
Pagola lo dice con claridad “La medicina
moderna se ha centrado en curar órganos y reparar disfunciones, pero la persona
es mucho más que un “caso clínico”. No basta curar enfermedades y dolencias. Es
el ser humano el que necesita ser sanado”.
Y este hecho puede abrir un
horizonte nuevo para la Fe. Se está abriendo el camino hacia una forma renovada de creer y de experimentar al Dios del que nos
habla Jesús como una fuerza sanadora y auxiliadora. En este sentido es
necesario descubrir entre nosotros cual sería la
sanación que como Pueblo más necesitamos.
El artículo de mañana es “¿En el
2015 se juega el 2018?”.
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