Internacionalmente están tan convencidos que existe una ley por la que se
prohíbe terminantemente que río arriba de una toma
de agua para beber, pueda
establecerse un puerto naval de barcazas, contenedores y depósito de
substancias venenosas o de
agrotóxicos.
Sin embargo esto existe en el río
Paraguay donde se permitió que Cargill estableciera un puerto de carga y
descarga de sustancias toxicas.
Todo con permiso fraudulento de la
Municipalidad de Asunción y del
Servicio del Medio Ambiente.
¿Por qué cuento todo esto una vez más
ahora?
Porque desde el lunes, en mi entorno del Bañado y otros barrios de Asunción y de otras ciudades
cercanas, siguen los casos de gastroenteritis en personas que corrientemente
beben agua de la canilla de ESSAP.
Y cuando esto ocurre en pequeño, no
falta gente que teme del día del envenenamiento masivo del millón y medio de personas que bebemos el agua de la planta oficial.
No se trata de asustar a nadie, pero sí
de exigir que este peligro, aunque sea
lejano, sea suprimido de raíz,
obligando a Cargill que por su cuenta y gastos se vaya a otra parte, donde no
sea un peligro mortal para la ciudadanía.
Mucho me temo que esto nunca se haga y que la multinacional Cargill siga
avasallando nuestra soberanía y que quienes le vendieron
el permiso por millones de dólares sigan multiplicando sus riquezas y que el
Pueblo se vaya envenenando y esté en peligro de una catástrofe.
Desde hace años los corruptos han
lucrado con la impunidad. Ahora,
aunque tenemos un mayor grado de conciencia social, seguimos igual o peor.
Porque conociendo el grave peligro poco o nada hacemos.
Propongo que técnicos sobre este tema convoquen a un debate público en la
Bicameral y que de una vez por todas se zanje este peligro.
Siguen las diarreas, hinchazón y dolores
de estómago. ¿Por qué?.
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