Pena me dio el ver llorar en la Cámara
de Diputados a Uds., empleadas domésticas, cuando conocieron la aprobación de
una ley contraria a los deseos de Uds...
Sentí pena y enojo por la falta de
humanidad de quienes se creen ser nuestros
representantes.
Conozco muy bien los problemas, los
sueños y las esperanzas de las empleadas domésticas desde 1970 cuando durante 9
años trabajé con Uds.
en Buenos Aires. Se estimaba,
entonces, una población de unas 20.000 empleadas domésticas paraguayas en la
Argentina.
Ahora que va a venir el Papa Francisco
al Paraguay, quiero recordar que el entonces Padre
Jorge Bergolio S.J. dejó la residencia donde vivía como provincial de los jesuitas para que fuera el
hogar de las chicas paraguayas todo el año y especialmente los sábados y domingos, cuando quedaban libres.
En el Paraguay no siempre las empleadas
domésticas son bien tratadas. Jornadas agotadoras de 10 ó 12 horas, salario muy
pequeño, y mal trato y hasta abuso de ellas.
Por eso, las esperanzas de Uds. estaban
puestas en la ley que iba a dar Diputados. Lamentablemente privó la falta de
humanidad de esta Cámara. Le
dieron un salario que llega al 60% del salario mínimo y no atendieron con justicia la cantidad de horas.
Sepan que les apoyamos cuando se
organizan en sindicatos o asociaciones similares. Y esto es necesario por una
sencilla razón. La empleada doméstica está aislada en su casa de familia donde
trabaja y su relación es de una persona frente a varias. Cuando hay conflicto
es difícil sostener sus derechos en
solitario. Por eso es necesario un sindicato que la apoye. De otro modo siempre saldrá perdiendo.
Repetimos: Apoyamos a las empleadas
domésticas en sus justas reivindicaciones, y sentimos que la falta de humanidad
en los que se dicen nuestros
representantes, haya llegado a una ley como la última aprobada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario