Nació el domingo. Con más de mil trescientos representantes de todo
Paraguay. En un ambiente de fiesta. Con esa disciplina que transmiten
nuestros campesinos
organizados. Superando en asistencia y entusiasmo y participación todo lo que
se esperaba. En un ambiente de hermandad y solidaridad.
Comenzó con un análisis crítico de la realidad. Luego,
los diferentes delegados
expresaron los objetivos de este Congreso. A cinco minutos implacables cada
intervención, se emplearon casi dos horas.
Vino la presentación despacio del reglamento del Congreso Democrático del Pueblo y la intervención de representantes para su aprobación y sugerencias.
Después del almuerzo comenzó la
presentación de la agenda de
acciones. Con su discusión, sugerencias, aprobación y todo ello en más de
dos horas de intervenciones de cinco minutos de todos los presentes. Aquí
todavía más que en la mañana se mostró la madurez en conciencia política
de nuestro Pueblo.
En medio de este programa hubo una
explicación de lo que está sucediendo en Venezuela amenazada de golpe y la
presencia masiva de los niños trabajadores que nos trajeron su alegría y expresaron
sus necesidades y sueños.
Hacia las 4 de la tarde nos despedimos
todos juntos y luego los abrazos a los nuevos y antiguos compañeros campesinos, obreros y asuncenos. Fue un día de fiesta, de unión, de profundizar en nuestro Paraguay y de iniciar juntos un largo
camino hacia una Patria paraguaya renovada.
Repito aquí lo que tuve la suerte de
decir públicamente. “Cuidemos a este Congreso Democrático del Pueblo como un
hijo querido que acaba de nacer”.
Ojalá los que no estuvieron se unan porque los esperamos con los brazos abiertos. Ojalá
seamos los suficiente sabios para sortear las dificultades que nos pongan los
que desde el poder no quieren un Paraguay para todos, especialmente para los campesinos, indígenas, bañadenses y empobrecidos. Y, sobre todo, ojalá
que la unidad del Pueblo siga creciendo.
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