Se
están preparando actos masivos de encuentro del Papa Francisco con nuestro
pueblo que serán momentos muy gozosos y esperanzadores para todos. También se
preparan actos más restringidos para grupos especiales de nuestra comunidad
cristiana. Sin embargo, pensamos que los campesinos, los indígenas y los
marginados urbanos, sectores empobrecidos y víctimas de sufrimientos e
injusticias diarias, deben de estar presentes en la visita del Papa al
Paraguay. Ellos son destinatarios privilegiados del amor y la preocupación de
la Iglesia y deben ser agentes, protagonistas e interlocutores directos con el
Papa en su permanencia entre nosotros.
Pedimos que en la visita del Papa
Francisco:
Ø Estos
grupos vulnerables sean convocados directamente y tengan la oportunidad de
contactar con el Papa y que él pueda tener momentos de encuentros directos con
ellos;
Ø Que
el Papa mencione a estos tres grandes sectores empobrecidos y marginados de las
riquezas de nuestro país, de manera que, millones de personas cristianas puedan
solidarizarse con ellos y acompañarlos en su proceso de inclusión;
Ø Que
la presencia del Papa entre ellos sea para todos los paraguayos y especialmente
para sus gobernantes la voz de nuestra Iglesia Católica que se compromete en la
superación de las injusticias que sufren.
Nuestro
país, de profundas tradiciones cristianas, de inmensas posibilidades por sus
riquezas naturales, país con una población eminentemente joven, es también
una nación signada por la injusticia, la discriminación y la pobreza. Vivimos largos años de dictadura corrupta y de débil democracia; el bien
común es aún una deuda pendiente de los gobernantes, y en ese contexto la
jerarquía de la iglesia católica no logró dar mensajes firmes en favor de los grupos más vulnerables, de sus
reivindicaciones de dignidad y respeto a sus derechos.
Desde Aparecida (2007) los obispos de
América Latina exhortan a
dar una mirada más comprometida con estos grupos
“La Iglesia está convocada a ser abogada de la justicia y defensora de
los pobres ante intolerables desigualdades sociales y económicas que claman al
cielo” (395).
“Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente
los valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de
vivir la fe. La
opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres” (398)
Consideramos que seremos fieles a
estos mandatos si durante su visita, el papa Francisco, gran autoridad moral y
líder comprometido con los más pobres, dirige su mensaje de aliento y
esperanzas a los grupos más vulnerables de nuestro Paraguay: los indígenas,
campesinos y los marginados
urbanos.
Hoy las comunidades indígenas viven como
en guetos: o los accesos a sus comunidades, rodeadas de estancias, están
bloqueadas de diversas formas o las mismas viven como islas en un mar de soja
con el aire, agua y suelo envenenados por los agrotóxicos. Muchas causas
obligan a las familias indígenas a abandonar su territorio ancestral y dirigirse
a las ciudades en donde no son bienvenidos. Los primeros habitantes de las
tierras de Paraguay viven hoy como extranjeros in-deseados en su propia tierra. Cada
día son más los indígenas que vagan por nuestras ciudades perdiendo su
identidad, sin atención y respeto a sus derechos y convirtiéndose en los más
pobres y discriminados de la
sociedad. Los indígenas tienen hoy un promedio de 3 años de
educación escolar, frente a los
12 años que se recomienda para tener mayor posibilidad de acceder a condiciones
de vida aceptables.
Somos una nación bendecida por Dios con
riquezas incalculables. Poseemos tierras fértiles, agua en abundancia, energía
limpia y abundante. Podemos producir alimentos suficientes y sobrantes para
compartir con otras naciones. Sin embargo seguimos privando a miles de compatriotas
de tierras suficientes para subsistir dignamente a la vez que somos testigos de
la degradación constante de nuestros recursos naturales.
La
distribución de la tierra en Paraguay es de las más desiguales e inequitativas
del mundo. El 80% de la
tierra fértil está en manos de 2% de la población. En los últimos años
la deforestación y acumulación de tierras dedicadas al cultivo intensivo de
soja y a la ganadería, juntamente con una política social ausente del campo,
cuando no contraria a los campesinos, ha hecho muy difícil la permanencia de
los mismos en sus tierras y comunidades originales. El campo paraguayo está
quedándose aceleradamente sin jóvenes y sin niños. No solamente sufren la
pobreza y la expulsión de hecho de sus tierras sino que están siendo objeto de
una sistemática y cruel persecución. Desde la nueva democracia de 1989 fueron asesinados en su casa o camino
-casi siempre de noche- 139
líderes campesinos por haber denunciado injusticias y desigualdades hirientes. Hasta hoy esos crímenes continúan
impunes. Uno
de estos casos, el más traumático y dolorosos de los últimos tiempos, fue la tragedia ocurrida el 15
de junio del 2012 en una
ocupación campesina de terrenos del Estado que estaba siendo reclamada desde
hacía años por las vías legales y que dejó como saldo 17 paraguayos muertos,
(11 campesinos y 6 policías) y
un gobierno desalojado del poder. Fue el caso de Curuguaty, paradigmático y
exponente de la larga lucha campesina por justicia, tierra, asistencia técnica
y por una reforma agraria en serio. La “justicia” continúa sin esclarecer las
verdaderas causas y responsables de esta masacre. 14 campesinos, hombres y mujeres (incluyendo menores de edad), soportan
hasta hoy un proceso penal, plagado de irregularidades denunciadas en forma pública, que se constituye en
un símbolo de la discriminación de los pobres por el sistema judicial.
Fruto
en gran parte de esta situación campesina es la marginalidad urbana, cada día
más numerosa que, en el caso de Asunción, ocupa terrenos inundables en
condiciones de pobreza extrema, con falta de salud, educación, salud, vivienda
y trabajo formal; es un sector discriminado y víctima de la droga y la
violencia. Al contrario de
la población campesina, es una población eminentemente joven. De continuar las
actuales políticas seguirá aumentando y las consecuencias en los niños, jóvenes
y familias ya son desoladoras. En el caso de los Bañados de Asunción, están en
la actualidad amenazados de ser expulsados de una tierra que han conquistado al
río y que se pretende destinar al negocio inmobiliario y a actividades de alta
rentabilidad sin contemplar la inclusión social y el respeto de los derechos básicos de los
más pobres que, después de ser expulsados de sus tierras, del trabajo formal,
de los servicios de salud y sanitarios básicos hoy están a punto de ser
expulsados también de las tierras de los bañados.
Indígenas, campesinos y marginados
urbanos son los más pobres de Paraguay desde largo tiempo empobrecidos,
discriminados y manipulados por intereses económicos
y políticos sin apenas sentido de la justicia y el respeto a las personas. Desde el
fin de la dictadura se están organizando y constituyendo en protagonistas de su
historia. Exigen justicia, y ellos trabajan por conseguirla para todos a partir
de sus organizaciones cada día más fortalecidas y eficientes. No pueden ser una
vez más ignorados, olvidados ni mucho menos ocultados por la Iglesia, el
Gobierno o por la ciudadanía.
Sabemos
que estos grupos y cada persona pobre que los integran tienen una atención
privilegiada del papa Francisco por lo que nos parece imprescindible el
encuentro del Papa con ellos durante su visita a nuestro país.
(Escrito por un grupo variado de
personas en tres reuniones. Lo envía P. Oliva)
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