Cuando vino al Paraguay Juan Pablo II costó trabajo
por impedimento del Gobierno que pudiera tener una reunión con los
constructores de la sociedad.
Antes fueron los que luchaban porque
naciera la sociedad democrática y acabara la dictadura.
Con el Papa Francisco se piensa en otra reunión de
constructores. La democracia ya existe, pero formal y débil y enferma. Ahora
los constructores son personas distintas.
Primero, los que dan vida a esa democracia formal,
débil y enferma. Y estos son, sobre todo, los campesinos, indígenas,
bañadenses, presos políticos por luchar, familiares de los asesinados por ser
líderes y los pobladores de un Departamento como Concepción.
En segundo lugar, son hoy constructores de la
democracia, dándole solidez, los comprometidos con la unidad de los
movimientos y grupos de todas las clases sociales que luchan. Y esto es muy
importante porque, desgraciadamente, estas personas, de todas las clases
sociales y tan valiosas para el Paraguay, ahora están divididas. Y conste que
no es por mala voluntad, sino porque los efectos de la dictadura todavía no se
han ido.
Por eso, me parece muy bien, que el papa Francisco se
reúna con los llamados constructores, pero teniendo en cuenta que los
sujetos son otros porque las circunstancias han cambiado.
Y mucho me temo que la reunión fijada reúna a los
constructores de 1988. Y que los constructores del 2015, mezclados con
los anteriores poco o nada aporten, digan y reciban.
Por eso, insistiré una vez más. Es necesario que el
Papa Francisco, acompañado de los medios de comunicación, tenga con los
campesinos y con los indígenas en sus hábitats naturales una entrevista
con ellos, lo mismo en un bañado con los bañadenses, sin olvidar una
visita al Departamento de Concepción, cuya población es la más presionada
del Paraguay por narcos politiqueros, sojeros, militares, ganaderos y policías.
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