Todos sabemos que el negocio de la soja transgénica
sin impuestos, sin límites en su avance y sin condicionamientos que le
frene está haciendo una sociedad en el Paraguay, que no
es la que queremos.
La Patria Sojera se ha convertido en el verdadero
poder económico en la producción y, como consecuencia, el que más influye
en la política en la justicia e incluso en la futura soberanía del Paraguay e
incluso en el futuro de nuestra naturaleza.
Este poder sojero no comenzó la terrible
deforestación en nuestro país, pero es el que más hectáreas de
bosque está haciendo desaparecer.
Con sus fumigaciones y la falta de cortinas vegetales
defensoras del entorno humano daña a salud y hace aumentar el número de
malformaciones genéticas, cánceres, problemas de la piel, etc…
Apenas da trabajo pues está mayormente mecanizado.
Se niega a pagar impuestos por sus grandes
ganancias y por otra parte no da valor agregado a la soja, con lo
que priva al Paraguay de la creación de nuevas fábricas con los
consiguientes nuevos empleos.
Es el rubro que más gana, pero el que menos distribuye
sus riquezas, en la sociedad. En la macroeconomía es el rey. La pobreza
en la microeconomía no parece interesarle.
Con la ayuda y desidia de los gobiernos de turno ha
llenado zonas del país de empresarios extranjeros con plata, cantidad y
poder suficientes para un día provocar una unión con el Brasil,
desmembrándose del Paraguay.
Y, cuando las organizaciones populares han querido
influir para que eso cambie las amenazas o realidades de los tractorazos
de los sojeros y su influencia ante el gobierno han podido más. Nunca la
policía apareció para disuadirlos por la fuerza como hacen con las
protestas campesinas.
La sociedad que está construyendo la soja no la
queremos porque es en beneficio de pocos, anti solidaria, destroza la
soberanía paraguaya y es injusta.
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