Concepción
era el destino del Papa para encontrarse con el campesinado pobre de todo el
país. La reunión
se haría en el predio del campo de exposiciones de la Asociación Rural del
Paraguay.
Sin
embargo Mons. Anibal Maricevich, días después, recibió una llamada
telefónica, en la que se le anunciaba escuetamente
que el Papa no iba a Concepción. Era decisión
del Gobierno.
A
pesar de la dictadura,
Concepción se declaró en rebeldía. Se realizaron marchas, paneles,
celebraciones y asambleas de reclamo y protesta por la no venida del Papa que sumaba
otro hito a su permanente marginación.
La
causa, esgrimida por el gobierno, era que Maricevich aprovecharía la ocasión
para atacarle “Moo piko ko’a añara’y oikuaata mba’épa ha’éta ko che jepe
ndaikuaái gueteri ha’e va’era” refunfuñaba Monseñor Maricevich, cuando
estaba preparando su ponencia de cinco minutos de duración.
Lo
sucedido con la visita papal está fresco en la crónica periodística. En seis ocasiones
mencionó a la “querida Diócesis de Concepción”
y, en el encuentro privado con los obispos, le regaló al prelado concepcionero
un cuadro de la Virgen de Chestokova, que
hoy luce en la
Catedral de Concepción.
Por
supuesto que el Papa Francisco nada tiene que ver con estas reminiscencias que
marcan la exclusión y sufrimiento de nuestro pueblo cristiano.
Pero
sí el Gobierno y la Conferencia Episcopal Paraguaya tienen la obligación moral
de acompañar el pedido del
obispo Miguel Ángel Cabello y el clamor de los habitantes del campo y de la
ciudad del primer Departamento y de los del Amambay, San Pedro y Chaco, para
que el papa Francisco ahora visite Concepción.
¿Qué
excusa se presentará esta vez? ¿El EPP? ¿Cuestiones económicas? ¿Miedo a que se
conozca lo que sucediendo en este departamento?
En
la dictadura stronista se dijo que no había aeropuerto.
Edito
el escrito enviado por Benjamín Valiente y Mons. Pablo Cáceres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario