Existen
dos maneras de “comprar” un país. Una por invasión de naciones poderosas como
lo hacían en tiempos de la colonia. Quienes invadían se convertían en sus amos.
La
segunda es más disimulada, pero con iguales resultados. Sucede cuando nos
referimos a su “funcionamiento” y al dominio de los “amos” económicos o
políticos sobre la población, con la excusa de hacer negocios. En este sentido,
se compra una nación para su “uso y abuso”, ¿Cuánto costaría comprar así al
Paraguay?
Alguien
me dijo que se rumoreaba que 40 millones dólares. Seguramente mucho más. Pero
un solo comprador, con esa suma y colocándola hábilmente, tal vez pudiera comprarlo
en este sentido y dominarlo todo.
Comencemos
por la tierra, fuente y símbolo de poder en el Paraguay. El 80% de ella ya nos
la compró un puñado de 2% de poderosos nacionales y extranjeros. El campesino
se quedó sin ella. La va recobrando hectárea a hectárea con invasiones que
muchas veces fracasan y que les cuesta muertos e imputados. Con este método de
recuperación, quizás perdimos la tierra paraguaya para siempre.
El
partido político más grande me decía un amigo “Está vendido o alquilado”. Y
todo se logró comprando conciencias y adhesiones. Lo mismo ocurre en los Tres
Poderes. Con plata se compran senadores, diputados y hasta los fallos de los
jueces.
Y,
cuando llega esos tiempos en los que pudiera haber un cambio y liberarnos del
dominio de una persona y de un partido, la compra de los votos es
suficientemente grande como para asegurar que todo siga perenemente igual
durante muchos años. Se usa la plata de los impuestos corruptamente robada. Una
manera de comprar al Paraguay que da vergüenza.
El
Paraguay está ya casi comprado en su uso y abuso. Pero, a los compradores se
les ha olvidado que como Pueblo estamos vivos. Tenemos todavía la última
palabra.
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