No hay duda de que los impuestos son
necesarios para pagar los gastos de una Nación.
Tampoco la hay que el IVA sea el impuesto mayoritario en el Paraguay. Impuesto que, por otra parte, es el más injusto pues carga sobre
todo su peso en aquella parte d e la población más carenciada. Paralelamente,
los que más tienen, como los sojeros, no pagan impuestos.
Y en este asunto de impuestos es justo
que los que pagan impuestos,
el IVA y los otros, tengan el derecho de
saber cómo se gastan y si esto se hace legalmente como es su fin.
Frente a este planteamiento tenemos en
el Paraguay el mal de la corrupción impune y generalizada. Corrupción que se realiza, sobre todo, por el uso indebido de la plata de los impuestos o
simplemente por el robo más o menos abierto de ella. Somos campeones mundiales
casi de esta cara oscura de la sociedad.
El caso de Froilán Peralta, indeseable
rector de la UNA, es un caso sólo de esto. Ha malgastado la plata pública
otorgando familiarmente salarios millonarios.
En las internas partidarias la compra de
votos con plata pública fue escandalosa. Por
supuesto, además de la que el propio Presidente confesó había dado de su
bolsillo.
Recientemente apareció la lista de seccionaleros “ilustres” con salarios de 7 a 10 millones a cargo de la plata del Estado por el título de ser
consejeros del Parlamento. No
sabemos qué capacitación tienen para eso, pero van a cobrar.
La pregunta es: si mayoritariamente se
malgasta y roba tan impunemente la plata que se recoge en los impuestos, sobre
todo con el IVA, ¿por qué no nos negamos a pagarlo hasta que esta situación no
se mejore?
Asunto difícil. Me dicen, ¿puede un
corrupto hacer desparecer la corrupción?
Y, si no lo hacemos, el Paraguay cada
vez estará peor.
ASÍ ES...
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