Los festejos del Bicentenario han tenido muchas cosas muy buenas. Pero cuando hay que decir lo mejor de el, hay una coincidencia general: la gente que asistió masivamente.
Personas de todas las edades y condiciones sociales. De Asunción y del extranjero. 6.000 visitantes de otros países y más de 5.000 del interior. Pero lo llamativo fue no solamente el número de los participantes, sino la actitud con que todos vivieron estos festejos. Alegría serena, sin prisas, sin excesos. Disfrutando el gozo de conmemorar algo muy bueno. Allí se estaba incentivando la identidad paraguaya.
Y una vez más me acordé de esa corriente de patriotismo que interiormente recorren nuestra historia y que en momentos especiales brota al exterior con la fuerza de volcanes que emergen: Independencia, Guerras y modernamente los carapintadas del 96, el Marzo Paraguayo del 99, la votación electoral del 2008 y ahora el Bicentenario.
Es necesario que esta herencia no se pierda y que cuaje en menos pobreza y mejor distribución de la riqueza, es más trabajo que haga disminuir la inseguridad que todavía padecemos.
Ikatu kuri, ikatu jevyta.
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