Es uno de los momentos principales del
día. A las 5,30 me siento en mi despacho todos los días preparado para comenzar
el trabajo.
Enviaré a Última Hora el artículo de
mañana, escribiré algo en Facebook, Twitter y veré el correo.
Pero, antes, viene lo principal: le doy
gracias a Dios por el nuevo día que comienza. Me siento con un regalo de 24 horas en la Tierra, que para mí es el Mundo entero, el Paraguay,
los Bañados, Mil Solidarios, el trabajo
en los MCS, el latir al unísono de cuantas personas y problemas voy a encontrar . Gracias a Dios esto me llena de alegría y esperanza.
En esta oración de corazón, a corazón le
pido a Dios que en este nuevo día sepa hacer avanzar el Reino de Dios, para
hacer a este mundo en sus personas
un poco más feliz. Una segunda alegría que da sentido al
día que comienza.
Y reconociendo que
la vida, con ser maravillosa
puedo no saberla vivir a
fondo, le pido a Dios que me cuide en este día. Y esta confianza es la tercera
alegría de cada amanecer. Me siento en sus manos.
En esta breve oración, el Padre Nuestro traducido a mi vida, muchas veces se me escapa el decirle a Dios que lo quiero. Pero,
ya voy aprendiendo a corregirme.
Lo importante no es lo que yo quiera a
Dios, que siempre será poco. Lo importante es que El me quiere y eso es muy
grandioso.
Luego…
Comienzo comunicarme con todos: los
Bañados, Marina Kue, la búsqueda de un trabajo para una madre con muchos niños, denunciar injusticias,
preparar una entrevista con alguna autoridad difícil, hablar con los compañeros,
leer alguna página del último libro, almorzar, descansar un poco, asistir a varias reuniones etc. Teóricamente todo va a acabar a las
21 horas.
Y, siempre, el mismo comentario “¡Qué
pronto se ha acabado el día!”
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